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La memoria familiar: historias no contadas

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Por:  Liceth Fernanda Cadena Contreras


“A quién engañas abuelo, yo sé que tú estás llorando”, así empieza una de las canciones más simbólicas de la música colombiana escrita por Arnulfo Briceño e interpretada por el grande dueto  Silva y Villalba. Más allá de su espectacular composición musical, es el relato de una tragedia familiar producida por un entorno político violento y  situada en alguna región campesina de nuestro país. Esta historia es el retrato de muchas familias campesinas que vivieron en carne propia el horror de la violencia, cada una con su propia historia y rumbo.

En este contexto, se puede observar el rico tesoro de la comunicación oral en los procesos de reconstrucción de memoria familiar y colectiva, los cuales tienen mucho por contar. Luego de la fortuna de hablar con mi abuelo en una cálida tarde en el pie de monte llanero, me pregunté, de qué manera puedo indagar sus recuerdos y silencios. Es así como se empieza una larga travesía en busca de una identidad familiar y territorial.

La dificultad que se tuvo al recordar no fue impedimento para hacer un viaje en el tiempo y mirar las caras de mis antepasados. He llegado al resultado de una mezcla cultural y una cantidad de sucesos que comienzan en los hermosos paisajes de Santander, descienden a tierras cafeteras del Tolima, desencadenan en la boca del occidente de Boyacá y finalizan en los recios atardeceres llaneros. Estas continuas migraciones no han sido por deseo, detrás de este largo recorrido existe una violencia no contada, con decirles que buena parte de mi familia que recientemente conocí no tienen nuestro apellido original.

 En mis venas corre sangre campesina de diferentes regiones de Colombia, con valiosos saberes como la funcionalidad de los ciclos lunares en cultivo de la tierra, en especial, el café y el maíz, la jardinería, el ordeño de ganado y el amor por la tierra. Pero, también, mi historia familiar como la de muchas, no ha sido ajena al actor más diabólico de la historia colombiana, el conflicto. Y es que ha sido este el que ha cambiado el sendero de muchas generaciones, en mi caso, por medio del desplazamiento forzado. Infortunadamente esto ha provocado la pérdida de memoria familiar a causa de la separación.

Gracias a mi abuelo pude traer conmigo el pasado de injusticias para evitar repetirlas  ¿Usted se ha preguntado sobre sus raíces familiares? ¿Se ha sentado con sus padres o abuelos a hablar del por qué de su presente? Nuestros abuelos son una gran fuente de conocimientos, su experiencia por la vida y sus años nos contribuyen a relatar y reconstruir una historia familiar de la que hemos estado ajenos. Esto es un primer paso para la recolección de la memoria colectiva de un país, es empezar por reconocer diferentes dinámicas sociales que han incidido en la suerte de nuestro destino.

“Ahora te comprendo abuelo, por Dios no sigas llorando”, estoy segura de que la memoria histórica aporta bases no solo a la comprensión de los diferentes actores, sino para el perdón, la verdad y la reparación de las victimas. A pesar de las injusticias y  de la despiadada violencia que vivieron mis antepasados, puedo lograr encontrarme con ellos, ser vocera de los que quedaron en silencio y lograr escarbar en los más profundos recuerdos para cooperar en la lucha por evitar el olvido de una historia que necesitamos recuperar para poder reescribirla.

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