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Los rostros del trabajo tras el confinamiento

Foto del escritor: Isabella Jaimes R. Isabella Jaimes R.

“Extrañamos el movimiento, pero no extrañamos el estrés del movimiento”


“Antes, cuando trabajaba normalmente, me levantaba a las 7 de la mañana, me ponía a hacer el arroz, el maíz, pelar la yuca. Después, a las 2:30 o 3 me ponía a fritar todo. Estaba de pie todo el día en la cocina, a las 7 de la noche salíamos a vender y a las 11 volvíamos, llegábamos tarde y cansados, no me quedaba tiempo de nada, era una rutina tenaz, un estrés impresionante”. El movimiento de la ciudad en los días de “normalidad” era agotador para algunos trabajadores, en este caso, Teresa vivía nerviosa y estresada cada día que iba a trabajar. El espacio donde trabajaba se convertía en un territorio en movimiento, no había un momento de descanso.


Mientras tanto, para Nancy, su trabajo en el local físico, en pleno centro de la ciudad, le generaba satisfacción gracias al movimiento de las personas, ella manifiesta que extraña todo, “estar con la gente, ver a los profesores, a los estudiantes, a la gente extranjera que se tomaba su buen café. Ellos tenían admiración por la calidad de los productos y por cómo se hacían las cosas, me gustaba salir a mi trabajo sabiendo que puedo dar lo mejor de mí”. En su caso, la ciudad se convertía en el espacio de apropiación de lazos recíprocos y de interacciones que ella considera importantes para su bienestar. Ella había vivido casi toda su vida del servicio al cliente, de atender a la gente, le gustaba conocer a las personas. A menudo se preguntaba en su lugar de trabajo “¿Por qué esta persona está triste?” y como ella expone, eso la llenaba de muchas expectativas.


Es así como, Bogotá se llenaba de significados gracias al trabajo de las personas, a su movimiento y su dinamismo. Tras la llegada del confinamiento, las prácticas rutinarias de los trabajadores comenzaron a cambiar y se empezó a usar la palabra “reinventarse”, con el fin de poder dar un nuevo rumbo a un trabajo que no podía sobrevivir en la pandemia, pues esos trabajos necesitaban de la presencialidad del individuo, de la interacción cara a cara. Y en ese caso, no solo había que “reinventarse” sino también, ver cómo “rebuscársela”.

Nancy perdió el empleo una vez que su jefa decidiera cerrar la pastelería en donde trabajaba, Ambrosía Gourmet*, no obstante, no miró hacia atrás, con todo lo que había aprendido en el pasado, comenzó su propio negocio de pasteles y tortas a domicilio. Como ella dice: “yo duré trabajando allí por 10 años, quedarse sin trabajo también me retó, porque tenía que pagar el arriendo, los servicios y todo lo que se necesita en el día a día. Ahí empecé a buscar soluciones, buscar alternativas”. Nancy, una emprendedora madre de tres hijos tuvo que asumir bastantes costos para poder abrir su negocio, enfrentar retos que dictó esta pandemia como el desplazamiento para la compra de los insumos, las medidas de bioseguridad tomadas a la hora de hacer los pasteles, entre otros.


Así mismo, Nancy manifiesta que se encuentra feliz, “consciente de la situación, pues esto que estoy emprendiendo me está dando el espacio para ser independiente y para apoyarnos entre todos. Hay muchas maneras de poder trabajar bien, […] tuve que adecuar dos habitaciones del segundo piso de mi casa en arriendo, para que se volvieran la pastelería”. Adicionalmente, ha podido recibir insumos de proveedores y ha conocido más gente en su barrio que la anima a que siga con su nuevo proyecto, muchos le dicen que hacía falta un negocio así. Para ella, los primeros clientes, en especial una de ellas, le han subido la autoestima y ha podido creer más en ella y en lo que hace, según Nancy, ha salido más fortalecida por ese apoyo.


En pleno confinamiento, las palabras de Ulrich Beck resuenan en la cabeza de muchos cuando dice que vivimos en la sociedad del riesgo, en la cual “la ética de la autorrealización y logro individual es la corriente más poderosa de la sociedad occidental moderna. Elegir, decidir y configurar individuos que aspiran a ser autores de su vida, creadores de su identidad, son las características de nuestra era” (1998, p. 11-13). En ese sentido, Nancy estaba personificando esta característica, quería y quiere construir su propia identidad con el fin de autorrealizarse.


En paralelo con la experiencia de Nancy, José y Teresa, vendedores de empanadas, pasteles de yuca y arepas de huevo, piensan que el negocio de vender sus productos a domicilio no es igual. Para ellos, la rutina de su trabajo diario representaba una venta en promedio de 120 unidades divididas en esos tres productos, era un ingreso seguro que alcanzaba a cubrir sus necesidades y algunos gustos. Sin embargo, esto no es asegurado con los domicilios, ni la cantidad de ventas obtenidas en su pasado, ni la cantidad de clientes con los que ya tienen un vínculo construido.


En ese sentido, cada actor tiene una estrategia y visión de su trabajo distinta con base en su experiencia, puesto que,


cada actor gestiona su inserción en redes de lazos más o menos débiles, responde a obligaciones más o menos laxas de reciprocidad, de mutua ayuda o de solidaridad, encuentra en la interacción con sus pares puntos de apoyo convencionales [...]. Cada actor se acomoda en redes en cadena [...]. Los actores individuales o colectivos presentan rostros de geometría variable según los tipos de disputas, las disposiciones de objetos, las relaciones de coordinación, los juegos del lenguaje en que han entablado. (Mendoza citando a Cefai y Joseph, 2002, p. 76).



Ahora bien, uno de los puntos importantes retomados en las entrevistas realizadas fue cuando las dos mujeres, Teresa y Nancy, coincidieron en decir que en esta cuarentena, gracias al virus, han podido distribuir mejor su tiempo. En el caso de Nancy, ella pudo tener más tiempo para cuidar a sus hijos y hacer oficio sin afán. Por otro lado, Teresa ha reconocido que está más tranquila en la casa, que ha podido distribuir su tiempo haciendo cosas que hace más de 40 años no hacía: hacer tortas, pintar las paredes de su casa, ver novelas y series completas, incluso en una plataforma como netflix, aparte de retomar el ejercicio.


Es relevante su narración porque permite entender que su día a día en la ciudad permanecía en una constante “doble presencia” y ahora pueden tener más roles que no se encasillen en la dicotomía de ser madres o trabajadoras. “Las mujeres invierten su tiempo entre familia y trabajo remunerado, con una percepción del tiempo circular, […], ella se ve irremediablemente condenada a ejecutar una doble jornada, con lógicas de organización incompatibles entre sí y a padecer el estrés psicológico que esta situación –conocida como “doble presencia” (Balbo, 1994)– genera”*.


Sin embargo, el panorama se ve con optimismo pero por ahora no es alentador, para José Manuel, fiel acompañante de Teresa en el trabajo, no llegar al pico de la pandemia en Colombia y que en varios sectores de Bogotá, sobre todo en barrios populares como Bosa y Kennedy, no se haya tomado consciencia de la gravedad del virus puesto que no permite retomar su trabajo. José Manuel es enfático al decir que ellos (Teresa y él) son más vulnerables a contagiarse por su edad y la hipertensión y si se quiere retomar el trabajo hay que mirar bien cómo adaptar las medidas de bioseguridad porque típicamente su trabajo ha consistido en un contacto muy cercano con la gente, darse la mano, entregar los productos, conversar con los clientes hacía parte de su rutina y en medio de la coyuntura, estas prácticas cotidianas se perciben más lejanas con el paso de los días.


De hecho, Teresa muestra un gesto de duda cuando se le pregunta si quiere volver, para ella no es seguro, no solo por el panorama actual, sino porque los clientes le deben plata, en palabras de ella, “no se gana mucho, cuando uno lo piensa”. En el caso de Nancy, aunque su visión es optimista, también manifiesta que no se han visto utilidades o ganancias, sino que todo se ha ido en gastos de insumos para poder establecer bien el negocio, el transporte para poder conseguir materiales como los moldes, y se han impuesto barreras como las restricciones de movilidad que no le permiten salir todos los días a comprar.



Estas barreras económicas se explican porque el trabajo informal situado en estos dos escenarios desde diferentes formas, entre las cuales, se encuentran los trabajadores informales tradicionales “insertos en actividades que requieren baja capitalización, orientadas a la obtención de una renta para consumo individual y familiar. Viven de su fuerza de trabajo, pudiendo servir de auxilio en el trabajo familiar o de ayudantes temporales” (Alves & Tavares, 2006, en Antunes, 2014, p. 431). Su trabajo en realidad es una forma de sustento diario, y ahora es el momento de replantearse por cuánto tiempo se puede vivir de sus ahorros o se buscan otras formas de trabajar.


Nancy, por ejemplo, ha podido actualizar sus productos con anchetas y desayunos para establecer un negocio más fuerte y llamativo donde deje el corazón en cada torta y pastel que realiza. Su trabajo le encanta, así no haya utilidades por ahora, ella expone con entusiasmo: “me gusta mucho enfocarme en los detalles de cada torta o postre que hago, también es bueno el observar para sacar ideas, porque no todo es perfecto, entonces hay que ir mejorando. Estoy segura que voy a ver mi esfuerzo recompensado, inicié con una clienta importante, ella me abrió muchas puertas”

Las tácticas de cada trabajador son distintas, el rebusque antes de la pandemia no solo era parte de un sistema de carácter local, sino también hacía parte de la manera de vivir el espacio social y llenarlo de prácticas y significados diversos. Así se puede observar que “el conjunto social desde el ángulo de lo popular y su manera de vivir ese espacio social. El orden efectivo de las cosas es justamente lo que las tácticas “populares” aprovechan para sus propios fines, sin ilusiones de que vaya a cambiar de pronto” (Mendoza, 2011, p. 125).



Este virus ha enfrentado estas prácticas y estas ilusiones de los trabajadores, ahora el espacio social está en constante cambio y los rostros del trabajo se redefinen cada día. “El individuo popular y moderno de la ciudad, a través de lógicas económicas, laborales y culturales, reestructura el tejido urbano de manera independiente” (Mendoza, 2011, p. 125), no solo la ciudad se convierte en el espacio donde se trabaja y se mantienen relaciones recíprocas con los clientes, sino que se transforma en un espacio virtual y físico en el que predominan los lazos familiares, los lazos barriales y los lazos que se van formando en el entramado virtual de los domicilios.



Referencias

Antunes, A., & T. Cavalcanti (2007). “Start Up Costs, Limited Enforcement, and the Hidden Economy”. European Economic Review, 51 (1), 203-224.

Balbo, L. (1994). La doble presencia. In Las mujeres y el trabajo: rupturas conceptuales (pp. 503-514). Icaria.

Beck, U., & Rey, J. A. (2002). La sociedad del riesgo global. Madrid: Siglo Veintiuno

Mendoza, P. (2011). Del arte de “rebuscar” o del nuevo rostro de los trabajadores. Revista colombiana de Sociología, 34(2), 121-136.

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